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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

miércoles, 24 de abril de 2024

Viaje a Viena: planes gratuitos y baratos

Mi primer día en Austria lo pasé, cómo no, en Viena. Pero voy a condensar en esta entrada el primer y el último día porque combinados hacen un día completo de planes gratuitos o baratos.
Lo primero que me sorprendió fue el Cercanías que iba del aeropuerto al centro de la ciudad, todo un lujo. En la vuelta descubrí que, a lo tonto, me había metido en los vagones de primera clase. Los de tercera siguen siendo mejores que los de Madrid, pero no tanto.
Luego llegué a la estación de Viena Central y empecé a dar un paseo haciendo tiempo porque en el hotel no dejaban hacer check-in hasta las 3 de la tarde. Debo decir que, aunque no llegué a la parte más bonita de la ciudad, me pareció preciosa. Y la parte bonita desde luego es espectacular. Por cierto, me pilló un tiempo primaveral que no era normal, y yo que iba a base de camisetas de manga larga me he torrado.

Free tour por Viena

Tras dejar los bártulos en el hotel, me encaminé a la plaza donde estaba el punto de encuentro del free tour, que empezaba en la plaza Helmut Zilk-Platz. El guía era austriaco y no lo hacía demasiado bien, además, el grupo era demasiado grande y apenas se le podía oír. El recorrido tampoco siguió el plan que ponía en la descripción, pero al menos me sirvió para situarme. 
Prácticamente lo que vimos fueron los alrededores del Hofburg, Palacio de Invierno de los Habsburgo (uno de los lugares que tenía intención de visitar por dentro), donde descubrimos que, en Viena, a Sissi en realidad no le tenían mucho cariño. También nos contó algo de historia de la ciudad, pero casi todo fueron explicaciones genéricas de lo que estábamos viendo.
Después subimos un poco por el Café Central y seguimos hasta la catedral de San Esteban, que me parece soberbia (una parte del interior se puede visitar gratis, por cierto). Allí finalizó el tour y, tras hacer el pago y la foto de rigor, me fui a tomar un helado antes de volver al hotel a descansar, porque me esperaba un madrugón para ir a Bratislava. 

Catedral de Viena, casa Hundertwasser, noria del Prater y parques
Catedral de Viena, casa Hundertwasser, noria del Prater y parques Stadpark y Belvedere
Casa Hundertwasser

Saltando a mi último día en Viena, no tenía ningún plan especial, pero la ciudad tiene suficientes cosas como para no aburrirte. Decidí hacer planes gratuitos pero a una caminata accesible del centro, empezando por la Hundertwasserhaus. Es un edificio de apartamentos bastante curioso que es parada obligada para los arquitectos, con formas ondulantes y vegetación por todas partes. Aunque no tengo claro que sea muy funcional, sin duda tiene una estética interesante.

Prater: el parque de atracciones más antiguo del mundo

Después visité el Prater, el parque de atracciones más antiguo del mundo con la noria que se ha convertido en uno de los emblemas de la ciudad. No me van demasiado los parques de atracciones, pero tiene su gracia y está bien cuidado. Además, pronto por la mañana no hay ni demasiado ruido ni demasiada gente. Pero si realmente te gusta montarte en las atracciones te recomiendo que sea tu plan de tarde, aunque por supuesto te dejarás una pasta.

De parque en parque

El mismo Prater está dentro de un parque, pero no es ni mucho menos el único, porque la ciudad está plagada. En mi camino de vuelta a la estación de tren, hice un buen rodeo para visitar unos cuantos: el del Hofburg; el Stadtpark, con una estatua de oro de Johann Strauss; y el maravilloso parque del palacio Belvedere, que casi consigue que pierda el tren al aeropuerto (aunque me habría dado igual, porque retrasaron el vuelo).
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miércoles, 17 de abril de 2024

Relato: Manana

La consigna de hoy era crear un relato protagonizado por una abuela con superpoderes. Ha salido un cuento muy cuco, la verdad.

Manana

Óscar cambiaba de casa a menudo. Cada semana, vivía con una de sus abuelas, la materna, a la que llamaba Manana, y la parterna, a la que llamaba Panana.
Panana hablaba hasta por los codos, le daba dulces y galletas antes de ponerse a hacer sus tareas o ver la tele; como estaba un poco sorda, podía estar a su aire y jugar cuanto quisiera. Pero Manana no solo era huraña y le obligaba a comer sano, encima no se estaba quieta y, lo peor de todo, no le dejaba ni un respiro. Le obligaba a echarle una mano con la limpieza, en la cocina o en el jardín, y siempre le dejaba a él las tareas más penosas y difíciles, por lo que, cuando le dejaba tranquilo, estaba demasiado cansado para jugar. Odiaba las semanas que pasaba con ella.
Por eso, después del incidente en la fiesta de fin de curso, cuando Panana y Manana salieron con él del despacho del director y le comunicaron que pasaría todo el verano con Manana, lloró y suplicó, prometió que no volvería a pasar algo así, y juró que no sabía qué había pasado pero que seguro que no era culpa suya. Pero su adorada Panana fue, por una vez, inflexible, y tuvo que mudarse definitivamente con Manana, con breves visitas de la otra abuela.
Manana, por su parte, se volvió aún más autoritaria. No le quitaba un ojo de encima y le mandaba todo tipo de tareas sin apenas dejarle descansar. Además, no le dejaba salir solo de casa y siempre tenía que ir con ella a todas partes. Óscar no veía el momento de que acabara el verano y pudiera volver al fin con Panana, pero su adorada abuela, cuando fue a hacerle una visita rápida, le dijo que a partir de ahora viviría siempre con Manana.
Así que Óscar decidió fugarse cuando Manana se fuera a dormir, y estaba ya atravesando el jardín cuando aparecieron los hombres y le agarraron. Óscar se puso muy nervioso y el fuego los rodeó, como había ocurrido en el colegio, pero estaban preparados y siguieron tirando de él hacia una furgoneta oscura.
Casi la habían alcanzado cuando Manana apareció de improviso y, agarrando la furgoneta como si no pesara más que la bolsa de la compra, la lanzó por los aires. Luego, se dirigió muy enfadada hacia los hombres, que sacaron unas extrañas pistolas de rayos. Manana alzó una mano y disolvió los rayos, luego, agarró las pistolas una a una y las fundió.
-A mi nieto le crío yo y nadie más que yo. No una estúpida agencia gubernamental. Como volváis a intentarlo, Superlila se volverá a poner la capa, pero para convertirse en supervillana, ¿me he explicado con claridad?
Los hombres asintieron y salieron huyendo. Luego, Manana miró a Óscar, muy enfadada.
-Tú, a casa, ya. Vas a estar castigado el resto de tu vida. Pero bueno, al menos hemos confirmado que tienes afinidad con el fuego y que tus superpoderes no serán variados, como los míos. Así será más fácil, aunque habrá que poner protecciones contra incendios por toda la casa, maldita sea.
Así fue como Óscar averiguó que Manana era la famosa superheroína retirada y que él había heredado parte de sus poderes, pero el resto de detalles no los supo hasta que llegó Panana. Esta, tras descubrir que se había intentado fugar, también se puso furiosa, pero en el fondo entendía a su nieto, porque Manana no era de trato fácil. 
Por eso, decidió mudarse con ellos, a pesar de las protestas de Manana, a la que le gustaba la tranquilidad. No obstante, pronto se dio cuenta de que era la mejor solución y Óscar, entrenado por Manana y mimado por Panana, encontró el perfecto equilibrio para convertirse en el perfecto superhéroe. Aunque eso es otra historia.
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miércoles, 10 de abril de 2024

Escapada a Segovia

Hacía mucho que quería visitar Segovia. Tenía un leve recuerdo de haber estado de pequeña, pero solo para comer cochinillo bajo el acueducto, sin ver nada en concreto. Mi otro contacto con la ciudad fue desde las alturas, con el viaje en globo. Pero ahí acabó todo. Estando como está tan cerca de Madrid, no podía dejarlo pasar más, así que, como no me apetecía conducir, contraté un tour de un día para visitar la ciudad.
Nuestra guía no era muy buena y se hacía un lío con los datos históricos (confundía los apóstoles con los evangelistas, los Borbones con los Austrias...), pero el tour que nos hizo por el centro de la ciudad nos sirvió para situarnos un poco y pillar cuatro datos básicos. Por cierto, hay muchas cuestas, así que hay que ir preparado para forzar las piernas.
Empezamos, por supuesto, en el acueducto, una gran obra de ingeniería romana bajo la cual hay una estatua de la loba capitolina alimentando a Rómulo y Remo, regalo de la ciudad de Roma. Después, fuimos subiendo por la calle principal viendo puntos importantes como la Casa de los Picos, la plaza de Medina del Campo, la antigua cárcel y la Plaza Mayor, donde está la catedral.
Luego bajamos hasta el Alcázar (la visita no estaba incluida) y luego volvimos a subir para entrar en la catedral. La verdad es que el interior no me fascinó demasiado, no solo por lo oscuro, sino porque las piezas de arte no me parecieron tan especiales como las de otras catedrales. En cualquier caso, vimos a la carrera con la guía el altar, el coro y el claustro, y luego nos despedimos del grupo para seguir por nuestra cuenta viendo las diferentes capillas.
acueducto y alcázar de Segovia
acueducto y alcázar de Segovia
Era demasiado pronto para comer, así que bajamos a la oficina de atención turística bajo el acueducto para que nos indicaran qué podíamos ver. Nos mandó por otra parte de la ciudad menos transitada, pero con algunos puntos de interés que conseguimos ver no gracias al mapa, que estaba muy mal hecho, sino pidiendo indicaciones.
Luego, comimos unos preñaos supuestamente típicos, que no sabían a nada y cuyos ingredientes no eran los que anunciaban. Pero en fin, trampas para turistas... Luego fuimos al alcázar para verlo por dentro y esperamos hasta la hora de la visita guiada, que recomiendo hacer. Ver el palacio sin que te cuenten lo que ves pierde mucho, y además nuestro guía lo hizo muy bien. La mayor parte está restaurado, y los muebles y techos no son los originales, porque se quemó, pero son históricos o están recreando lo que había con gran detalle. Precioso.
Finalmente, bajamos por la judería de nuevo hasta el acueducto, ya que era nuestro punto de encuentro.
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miércoles, 3 de abril de 2024

Relato: Un paso en las montañas

Su destino no podía ser ese. Ser soldado de un nigromante y oprimir a los pocos que no seguían sus normas era lo peor que podía ocurrirle en la vida, así que Gals desertó con la idea de marcharse de Diltania. Era un buen soldado, sin duda en otros países le recibirían con los brazos abiertos.
El problema era que esa pequeña península rodeada de acantilados y separada del continente por una cordillera inexpugnable no tenía muchas vías de escape: o salías del país en uno de los barcos kulitíes que anclaban en el puerto artificial de Wezan, o atravesabas el único paso conocido en las montañas: el Paso del Pegaso.
Por supuesto, no podía optar por ninguna de las dos vías. Los polizones de los barcos kulitíes siempre acababan en el mercado de esclavos, y el paso estaba muy bien vigilado: prácticamente nadie podía pasar, y menos un desertor.
Por eso, Gals se propuso encontrar un paso en las montañas. Eran cientos de kilómetros de cordillera; imposible que el único paso fuera un túnel excavado en la roca. Tenía que haber, por lo menos, algún tramo practicable para la escalada o algún camino que hubieran hecho los pocos animales que vivían en las inmediaciones.
Pasó más de dos años buscando, palmo a palmo, malviviendo con lo poco que podía cazar o recolectar. Incluso se internó en el tramo donde la cordillera lindaba con el bosque de Olmio, que estaba maldito, pero tampoco allí encontró lo que buscaba. Desesperado, intentó escalar, pero llegó a un punto en el que la falta de oxígeno y el agotamiento le hicieron ver criaturas que solo existían en la imaginación, y el ascenso se volvió tan vertical que tuvo que renunciar.
Gals bajó de la montaña derrotado, enfermo y casi sin fuerzas, pero no había sufrido tanto para nada. Iba a salir del país, aunque tuviera que enfrentarse a todos los brujos y soldados que bloqueaban el único paso en las montañas. Así pues, encontró un lugar escondido y cómodo en el que recuperarse y, cuando volvió a estar en plena forma, se armó hasta los dientes y se lanzó a la boca del paso con las armas alzadas, solo para ser detenido por una maga que lo miraba desconcertada.
Un grupo de exploradores apareció poco después y le condujeron, sin malos modos, hasta un pequeño cuartel. Pero la vista del lugar y la perspectiva de que le encerraran por desertor le hizo reaccionar violentamente y tuvieron que noquearle.
Cuando despertó, estaba encerrado en una celda y la maga le miraba tras los barrotes. Nunca supo si le contó su historia porque usó la magia o porque, tras más de dos años de soledad, necesitaba hablar con alguien y ella le escuchaba con el asombro en la mirada.
-No puedo creer que no lo sepas -dijo cuando terminó. Entonces, fue a él a quien le tocó asombrarse, porque ella le contó todo lo que se había perdido desde que se encaminó hacia las montañas. Cómo Brontak había sido derrotado. Cómo los rebeldes Roalk, a los que creía un invento del ejército para mantener a los soldados alerta, ahora se habían hecho con el poder y habían puesto en el trono al rey legítimo. Cómo la pérdida de sus dioses había llevado a un continente entero, y al archipiélago kulití, a la guerra. Y cómo Diltania, con unas fronteras tan difíciles de penetrar, aguantaba el temporal mientras su cuerpo diplomático establecía alianzas en el exterior.
-No me lo puedo creer -susurró Gals. Se sentía imbécil. Muy imbécil. Si hubiera sabido que existían rebeldes, se habría unido a ellos. Si hubiera sabido lo que pasaba, no habría perdido dos años de su vida en una gesta inútil.
-Por supuesto, necesitamos buenos soldados. Dada la situación, no nos ha quedado más remedio que mantener las levas, aunque ahora pagamos un sueldo e intentamos que sea lo menos duro posible... -dijo la maga, con el ceño fruncido y visiblemente incómoda. Seguramente pensara que, siendo como era un desertor, no querría volver al ejército.
-No sé hacer otra cosa. Mi deserción no se debió a que no quisiera luchar, sino a la causa por la que luchaba -le aseguró él. La cara de la maga se iluminó:
-O, gracias a... -se interrumpió-. Estupendo. Por lo que me has contado, eres persistente y lo bastante astuto como para haber conseguido desertar del ejército de Brontak sin que te pillaran. Qué pena que no llegaras a tener ningún contacto con los Roalk por aquel entonces -suspiró, pero luego volvió a animarse-. En cualquier caso, si llegaste tan arriba en las montañas como para ver grifos y pegasos, tienes gran fuerza y resistencia, y desde luego no tienes miedo a las alturas... Tengo el destino perfecto para ti.
Cuando vio a los grifos con los que trabajaría codo con codo, Gals supo que de veras había encontrado su destino. Nunca se arrepintió de haber pasado dos años intentando atravesar esas odiosas montañas. De no haberlo hecho, habría sido un soldado más y nunca habrían pensado en él para pertenecer a ese cuerpo de élite. Además, al final encontró la forma de atravesar las montañas: a lomos de una criatura legendaria.
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